Pablo Milanés…
En aquel universo sonoro que mi amigo Carlos me fue descubriendo, Pablo Milanés fue como un satélite menor, una de esas lunas perdidas que, sin embargo, una vez descubiertas, acaparan la atención y dejan huella. Nunca he sido muy de cantautores, y tampoco el folclore popular me ha suscitado grandes pasiones, pero al margen de estos matices, Pablo contaba con la poesía, una de esas armas que fácilmente acaban haciendo mella en mi sensibilidad. Y además… ¡esa voz! El momento también fue el oportuno. En aquella juventud veinteañera, y con la satisfactoria experiencia de ir rodando de genio en genio, mi oído era muy paciente y prestaba atención a toda propuesta musical que se pusiera encima de la mesa, brindando opciones a músicas en ocasiones muy distantes unas de otras, pero en las que casi siempre encontraba algo que justificase la escucha. Y así, celebrando uno y otro descubrimiento, en una de esas tardes cargadas de felicidad en la calle Santa Clotilde, acabó llegando el tur