Conexión de genios: Ridley Scott (El marciano) y Kim Stanley Robinson(Marte Rojo)
Encontré un ejemplar de Marte Rojo echando un vistazo a la sección de ciencia ficción en la librería de unos grandes almacenes. En la contraportada se hacía referencia a algunas de las técnicas de terraformación del planeta rojo, como si este fuese el destino seguro que le espera a Marte a manos de una humanidad siempre ávida de conquista y riquezas. Sin embargo, al parecer no todos los miembros de la primera colonia estable pensaban de la misma manera, y los enfrentamientos entre las distintas facciones determinarían los acontecimientos futuros.
Compré el libro de Kim Stanly Robinson de inmediato, y en los días que siguieron, quedé entusiasmado con su contenido. Haber disfrutado tanto con esta tremenda obra de la ciencia ficción moderna y no haber publicado nada en el blog, a estas alturas, es de esas cosas que sólo me pasan a mi. ¿Qué le vamos a hacer...? Son muchos los temas que se me agolpan en blogger y muy poco el tiempo que le dedico a la semana, pero mi visita al cine la semana pasada para ver "El marciano" (Ridley Scott) liberó el resorte.
Hacía ya tiempo que quería hacer una entrada sobre Kim Stanley Robinson y su fascinante trilogía sobre Marte: Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul. Como ya he indicado, en esta vasta obra, el autor norteamericano se sumerge en el futuro proceso de conquista y terraformación del planeta, y a lo largo de un periodo de unos 200 años, nos va mostrado la evolución de las primeras comunidades científicas y su desarrollo en posteriores culturas.
Esta inmensa obra debió fascinar en su día al mismo Ridley Scott, quien estuvo valorando la compra de los derechos del libro para llevarlo a la gran pantalla, lo cual al final declinó por ser un proyecto tremendamente complejo y exigente como para condensarlo en una película (recientemente he leído que el productor de Juego de Tronos va a realizar una serie de TV sobre Marte Rojo). Se decidió pues por la historia de El marciano, mucho más adaptable al concepto de largometraje, y tengo que decir que el resultado no es malo, sobre todo por el siempre curioso proceso de supervivencia a lo Robinson Crusoe; con todo, la adaptación es mucho menos "obra" de lo que hubiese sido llevar Marte Rojo a la gran pantalla.
Aun así, podemos encontrar muchos "guiños" al libro de Kim Stanley Robinson, como algunos de los nombres empleados o el diseño de algunos elementos (como la base-refugio o los rovers de hidrozina). Un peli entretenida con espectaculares efectos especiales que hacen soñar con lo que podría dar de sí la adaptación al cine de la trilogía de Marte Rojo.
Lo mejor: el minuto y medio con David Bowie sonando en plenitud en uno de los momentos estelares de la película. ¿Alguien adivina la canción?
MARTE ROJO: sinopsis
La trama fundamental de esta obra radica en el hecho de que muchos de estos nuevos asentamientos científicos en Marte irán despojándose de su origen terráqueo para manifestar sus propias raíces marcianas, dando lugar a movimientos políticos que llegarán a cuestionarse la vinculación con en planeta madre; allá en La Tierra las cosas siguen siendo difíciles, de modo que las presiones demográficas y el cambio climático empujaran a muchos países a querer un "pedacito" del planeta rojo.
Se trata pues de un ensayo con una incuestionable firmeza científica (producto de los años del autor colaborando con la NASA en proyectos de futuras misiones a Marte), pero revestido de un fuerte componente humanista, donde se ponen en contraposición corrientes opuestas de pensamiento (como los defensores de la transformación del planeta y los conservadores o ultraecologistas).
A todo ello se suman una serie de futuribles que harán de Marte un objetivo mucho más accesible, como una súper longevidad de la especie humana (fruto de sorprendentes técnicas de manipulación del adn), o la revolucionaria llegada de naves espaciales muchísimo más rápidas que las actualmente previsibles.
La invención de nuevos materiales de construcción y el hallazgo de tremendos acuíferos subterráneos harán relativamente sencilla la metamorfosis de Marte en un planeta más húmedo y cálido que el actual, pero no todos estarán de acuerdo en admitir estos cambios.
Paseantes contemplando un agujero de transición, una de las técnicas para aumentar la temperatura y densidad de la atmósfera marciana (copyright Ludovic Celle)
Obra asombrosa, con un tremendo poder descriptivo de los inmensos accidentes geográficos del planeta rojo, así como de las ciudades y costumbres que irán surgiendo con los años. Sin duda el mejor libro de ciencia ficción que nunca he leído, llegando mucho más allá de lo que pueda esperarse.
Me he permitido incluir una serie de dibujos inspirados en esta obra que circulan por la red, todo con la intención de abrir el apetito para que os decidáis a leer esta pieza colosal de la literatura de finales de los noventa. La mayoría de ellos pertenecen a un tal Ludovic Celle, y se pueden contemplar en la página www.devianart.com
¿Un pequeño adelanto? Ok, os copio la introducción del primer capítulo: disfrutado... Y no os quedéis con las ganas de saber cómo continúa...
"Marte estaba vacío antes de que
llegáramos. Esto no significa que nunca hubiera
sucedido nada. El planeta había conocido
dilataciones, fusiones, perturbaciones, y al fin
se había enfriado, dejando una superficie
marcada por inmensas cicatrices geológicas:
cráteres, cañones, volcanes. Pero todo eso
ocurrió en la inconsciencia mineral, sin que
nadie lo observara. No hubo testigos, excepto
nosotros, que mirábamos desde el planeta
vecino, y eso sólo en el último momento de una
larga historia. Marte no ha tenido nunca otra
conciencia que nosotros.
Ahora todo el mundo conoce la influencia
de Marte en la cultura humana: para las
generaciones de la prehistoria era una de las
luces principales del cielo, a causa de su color
rojo y de las fluctuaciones de su luz, y por cómo
retrasaba su curso errante entre las estrellas, y
a veces incluso lo invertía. Parecía que con todo
aquello quisiera decir algo. Así pues, no
sorprende que los nombres más antiguos de
Marte pesen de un modo peculiar en la lengua:
Nirgal, Mángala, Auqakuh, Harmakis. Suenan
como si fueran aún más viejos que las lenguas
antiguas en las que los encontramos, como si
fueran palabras fósiles de la Edad de Hielo o
anteriores. Sí, durante miles de años Marte tuvo
un poder sagrado para los humanos; y su color
lo convirtió en un poder amenazante, ya que
representaba la ira, la sangre, la guerra y el
corazón.
Luego los primeros telescopios nos dieron una imagen más próxima, y vimos el pequeño disco anaranjado de polos blancos y manchas oscuras, que se expandían y se contraían junto con las largas estaciones. Ningún avance en la tecnología del telescopio nos dio mucho más: pero las imágenes captadas desde la Tierra bastaron a Lowell para inspirarle una historia, la historia que todos conocemos, la de un mundo agonizante y un pueblo heroico, que construía canales desesperadamente para contener la última y mortal invasión del desierto. Era una gran historia.
Pero luego las sondas Mariner y Viking enviaron sus fotografías, y todo cambió. Nuestro conocimiento de Marte se multiplicó, literalmente supimos millones de veces más sobre este planeta. Y ahí ante nosotros apareció un mundo nuevo, un mundo insospechado. Sin embargo, parecía un mundo sin vida. Se buscaron señales de vida marciana pasada o presente, desde microbios hasta constructores de canales, o incluso visitantes alienígenas. Como todos saben, nunca se ha encontrado una sola prueba. Y, así, las historias han florecido de manera natural para llenar el vacío, igual que en el tiempo de Lowell, o de Homero, o como en las cuevas o en la sabana... historias de microfósiles destruidos por nuestros biorganismos, de ruinas encontradas en medio de las tormentas de polvo y luego perdidas para siempre, de un gigante y sus aventuras, de un pueblo de pequeños y esquivos seres rojos, siempre vislumbrados fugazmente de soslayo.
Y todas esas historias se hilvanan en un intento por dar vida a Marte, o por traerlo a la vida. Porque todavía somos esos animales que sobrevivieron a la Edad de Hielo, y contemplaban el cielo nocturno maravillados, y contaban historias. Y Marte jamás ha dejado de ser aquello que fue para nosotros desde el principio mismo: una gran señal, un gran símbolo, un gran poder. Y entonces llegamos aquí. Había sido un poder; ahora se convirtió en un lugar." (copyright Kim Stanley Robinson)
Luego los primeros telescopios nos dieron una imagen más próxima, y vimos el pequeño disco anaranjado de polos blancos y manchas oscuras, que se expandían y se contraían junto con las largas estaciones. Ningún avance en la tecnología del telescopio nos dio mucho más: pero las imágenes captadas desde la Tierra bastaron a Lowell para inspirarle una historia, la historia que todos conocemos, la de un mundo agonizante y un pueblo heroico, que construía canales desesperadamente para contener la última y mortal invasión del desierto. Era una gran historia.
Pero luego las sondas Mariner y Viking enviaron sus fotografías, y todo cambió. Nuestro conocimiento de Marte se multiplicó, literalmente supimos millones de veces más sobre este planeta. Y ahí ante nosotros apareció un mundo nuevo, un mundo insospechado. Sin embargo, parecía un mundo sin vida. Se buscaron señales de vida marciana pasada o presente, desde microbios hasta constructores de canales, o incluso visitantes alienígenas. Como todos saben, nunca se ha encontrado una sola prueba. Y, así, las historias han florecido de manera natural para llenar el vacío, igual que en el tiempo de Lowell, o de Homero, o como en las cuevas o en la sabana... historias de microfósiles destruidos por nuestros biorganismos, de ruinas encontradas en medio de las tormentas de polvo y luego perdidas para siempre, de un gigante y sus aventuras, de un pueblo de pequeños y esquivos seres rojos, siempre vislumbrados fugazmente de soslayo.
Y todas esas historias se hilvanan en un intento por dar vida a Marte, o por traerlo a la vida. Porque todavía somos esos animales que sobrevivieron a la Edad de Hielo, y contemplaban el cielo nocturno maravillados, y contaban historias. Y Marte jamás ha dejado de ser aquello que fue para nosotros desde el principio mismo: una gran señal, un gran símbolo, un gran poder. Y entonces llegamos aquí. Había sido un poder; ahora se convirtió en un lugar." (copyright Kim Stanley Robinson)
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